Esta noche, más temprano, me acurruqué detrás de Mason mientras estaba acostada con él en su nueva cama de automóvil esperando que se quedara dormido. Él estaba de espaldas a mí, y con mis brazos envolvía apretado su delicioso cuerpecito. De alguna manera, sin querer mi mano terminó perfectamente aprisionada entre el colchón y su pecho, y podía sentir cada latido de su diminuto corazón en la yema de mis dedos. Por lo general, me voy poco después de estar segura de que ha entrado profundamente en la tierra de los sueños. Pero esta noche me quedé un poco más.
Me sumergí en el momento.
Dejé que la ropa sucia y los platos esperaran, y viví en el ahora.
Ser mamá es muy gratificante, ¡pero es igual de difícil y agotador! Rara vez puedo dormir toda una noche sin interrupciones. Especialmente durante las últimas semanas, porque parece que los niños de 2 años experimentan una regresión en el sueño sobre la que nadie me advirtió. Los momentos tranquilos para mí son fugaces. Vivo en un estado de preocupación constante por el bienestar de mi hijo. Y aunque soy la que prepara a Mason para la escuela y lo lleva todas las mañanas, lo baña y lo alimenta cuando llega a casa, lo acompaña a todas las citas médicas, a menudo me la hace pasar peor que a nadie. Soy quien recibe la peor parte de esta actitud que adoptó hace poco: "Tengo dos años y no necesito ayuda". No olvidemos mencionar que mi cuerpo como era antes del embarazo no ha regresado exactamente, y no importa cuánta dieta o ejercicio haga, nada podrá borrar parte del sello que me ha dejado la maternidad (es decir, estrías).
A veces, me siento muy frustrada. A veces, siento que estoy al borde de un colapso total. A veces, pierdo la paciencia y me pregunto cómo podré tener otro bebé, que es algo que quiero muchísimo. A veces, me siento inepta y fracasada porque me convenzo de que no estoy a la altura de la imagen de la maternidad que he creado en mi mente.
Cuando me siento así, en los momentos como cuando me acurruco con mi bebé, me recuerdan una verdad profundamente simple: Esto es temporal, todo lo es.
Esta fase actual de noches sin dormir, el tiempo de Mason en que Mason será un niño pequeño, su infancia, su juventud… todo finalmente llegará a su fin. Un día, recordaré estos momentos y los extrañaré. Anhelaré acurrucarme temprano por la mañana en el sofá cuando todo lo que él quería era que lo abrazara su mamá. Me olvidaré de lo absolutamente agotada que me sentía.
Como alguien que ha experimentado una pérdida indescriptible, debo saber esto. He aprendido de primera mano lo frágil e impredecible que puede ser la vida, y me gustaría poder decir que vivo con ese conocimiento adquirido en mi mente cada momento que estoy despierta.
Pero soy humana.
Soy una madre que trabaja que a veces intenta abarcar demasiado.
Soy una mujer, que siempre estará en duelo, haciendo todo lo posible por hacer lo mejor por su hijo.
A todas las mamás como yo privadas de sueño, cargadas de preocupaciones, estresadas: esto también pasará. Manténganse aferradas a los recuerdos felices y sean indulgentes consigo mismas cuando pierdan esa visión más amplia. Los días difíciles que atravesamos como padres nos llevan de un momento inolvidable lleno de amor al siguiente.