Lo llevé en mi útero durante 9 meses. Afortunadamente, fue un embarazo bastante "fácil" y "sin complicaciones". Dentro de mi útero donde estaba protegido y era intocable, al menos. En el exterior, mi mundo se desmoronó durante esos últimos dos meses. Su pequeño corazón palpitante era lo único que me permitía seguir adelante.
Estaba a salvo.
Una vez que nació, mi capacidad de protegerlo de todas las duras realidades de la vida terminó. Y a medida que crezca, solo será más difícil.
A veces me siento indefensa y enojada por tener que explicar a mi hijo un día que su padre biológico murió trágicamente antes de tener la oportunidad de sostener a su primogénito en brazos. Tenemos la bendición de haber encontrado a un hombre que adora y ahora llama "papá" en la Tierra, y por eso estoy muy agradecida. Sin embargo, eso no alivia el dolor de la pérdida de un padre que nunca conocerá. Todavía no puede comprenderlo del todo, pero un día podrá, y probablemente le dolerá.
Mi trabajo como madre debe ser proteger a mi bebé del dolor y el sufrimiento, ¿no es así?
Bueno, no. No por completo.
Como madres, a veces asumimos toda la responsabilidad por el dolor de nuestros niños. Olvidamos que no solo es imposible absorber o prevenir todo sufrimiento, sino que también puede ser perjudicial para su bienestar. Claro, queremos eliminar cualquier factor estresante que podamos, pero algunos obstáculos no podrán eliminarse. Y a veces, solo porque un desafío puede evitarse, no significa que esa sea la opción correcta.
Habrá lecciones que debe aprender y solo podrá aprenderlas de una manera: experimentando el dolor que conllevan. Incluso las vidas más hermosas están plagadas de momentos muy difíciles. No es nuestro trabajo asegurarnos de que nuestros niños no sufran nunca, sino estar allí para ellos, incondicionalmente, cuando sufren.
En algún momento de su vida, Mason será rechazado. Pero estaré allí con los brazos abiertos para recordarle que tiene un lugar donde siempre encontrará aceptación.
Será tratado injustamente. Pero estaré allí para recordarle que el trato injusto de otra persona es un reflejo de las dificultades internas de esa personas y no de su valor.
Fracasará, pero estaré allí para recordarle todas las veces que ha tenido éxito y para alentarlo a seguir intentándolo.
Cuestionará la vida, el motivo de su tristeza y quizás el propósito de todo el sufrimiento del mundo.
No tendré todas las respuestas, pero estaré allí para sostener su mano o secar sus lágrimas, si lo desea.
Cuando necesite luchar por sí solo, estaré allí para recibirlo del otro lado y celebrar sus triunfos.
Porque
eso es lo que hacen las buenas mamás.
Siempre.