Por
Kathryn Bondi Liddell, PA-C,
jefa de asistentes médicos en el Centro para Cuidados Pediátricos Pompano Beach de Nicklaus Children’s.
La fiebre es una parte común de la vida que todo el mundo tiene de vez en cuando. Sin embargo, puede ser especialmente preocupante cuando su hijo, o incluso más cuando su bebé, presenta fiebre. En esos momentos, los padres suelen preguntarse qué es lo normal, qué es un motivo de preocupación y cuándo es el momento de buscar atención médica.
¿Qué es la fiebre?
Nuestra temperatura corporal normal es, naturalmente, 37 °C. La mayoría de los profesionales de la salud consideran que la fiebre es 38 °C o más. En la mayoría de los casos, la fiebre no es una afección médica grave, y tiende a ser de corta duración y a disminuir a medida que la infección pasa.
Cuándo ponerse en acción
Naturalmente, los padres quieren recibir orientación cuando se trata de la fiebre de sus hijos. Por suerte, a estas alturas, hay reglas bastante bien establecidas en torno a la fiebre. Le recomendamos comunicarse con el consultorio de su pediatra en las siguientes circunstancias:
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Su hijo tiene menos de 3 meses de edad y una temperatura de 38 °C o más.
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Su hijo tiene entre 3 y 6 meses de edad, una temperatura de 39 °C o más, o una temperatura más baja y está perezoso e irritable.
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Su hijo tiene entre 7 y 24 meses de edad, una temperatura de 39 °C durante todo un día, o una temperatura más baja y otros síntomas alarmantes.
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Su hijo mayor tiene fiebre junto con otros síntomas preocupantes, como confusión, desgano, vómitos o molestias.
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La fiebre de su hijo dura 3 días o más.
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Si su hijo tiene fiebre y convulsiones, busque atención médica de emergencia (más información sobre esto a continuación).
La mayoría de las fiebres pueden controlarse con analgésicos de venta libre, como acetaminofeno o ibuprofeno, junto con medidas sencillas de cuidado en el hogar para mantener a su hijo cómodo, como asegurarse de que descanse mucho y que se mantenga fresco e hidratado con agua o caldo. Sin embargo, asegúrese de comunicarse con su profesional de la salud si se presenta alguno de los síntomas anteriores o si el cuidado en el hogar no brinda alivio.
Convulsiones febriles
Aunque son poco frecuentes, otro desenlace posible de la fiebre que los padres deben tener en cuenta son las convulsiones febriles, que se producen entre aproximadamente el 3 % y el 4 % de los niños. Estas afectan más comúnmente a niños de entre 12 y 18 meses de edad, aunque pueden ocurrir antes o hasta los 5 años de edad. Si se produce una convulsión después de los 5 años y el niño tiene fiebre, no se considera una convulsión febril y es necesario que un neurólogo haga una evaluación más profunda. Las convulsiones febriles son más comunes con fiebre más alta (39 °C o más), pero también pueden ocurrir con fiebre más leve. Si su hijo tiene una convulsión febril, es sumamente aterrador. Pero los padres deben quedarse tranquilos, ya que la mayoría son inofensivas y no afectan a la salud de su hijo a largo plazo si se toman las medidas de seguridad adecuadas.
Un niño que tiene una convulsión febril podría tener síntomas de rigidez; espasmos; sacudones en brazos y/o piernas; ojos en blanco; movimientos anormales de la lengua, la boca y/o los labios; y podría dejar de responder. También puede presentar un cambio en los patrones respiratorios y el color de la piel.
Si los padres observan signos de una convulsión febril en un niño, deben colocarlo en un lugar seguro, como en el piso o en el medio de una cama, y girarle la cabeza hacia un costado para evitar que se ahogue. Luego deben llamar al 911 para obtener asistencia médica de emergencia, especialmente si la convulsión dura más de 5 minutos. Se debe evaluar y tratar a un niño con una convulsión por primera vez en una sala de emergencias.
La clave para las convulsiones febriles es el conocimiento y la acción rápida por parte de los padres. En la mayoría de los casos, su hijo se pondrá bien y no habrá daños a largo plazo debido a esta complicación alarmante de fiebre.