Por Maria Siero
El 27 de diciembre de 2016 fue, sin lugar a dudas, el peor día de mi vida.
Ese día fatídico, mi vida y mi familia cambiaron para siempre.
Hubo un accidente automovilístico. Mi hermana murió al instante. Su hijo de 15 meses, Mason, estaba en estado crítico. Los médicos no sabían si se salvaría.
Ver a un bebé intubado, conectado a un enredo de máquinas y con bombas intravenosas saliendo de sus pequeños brazos es una experiencia increíblemente desgarradora y espantosa.
Y descubrir que el equipo a cargo de cuidar a ese preciado bebé es simplemente un par de enfermeros con miradas de miedo en sus rostros, y sin un médico presente, no es para nada tranquilizador. Es angustiante.
Lo que sentía entonces es indescriptible, pero tenía una sensación inminente de desesperanza y miedo. Sabía que si mi sobrino permanecía en ese hospital, moriría. Sabíamos que teníamos que transferirlo a Nicklaus Children’s Hospital, el único hospital con un centro de trauma pediátrico certificado.
Finalmente apareció una practicante de entrenamiento médico especializado y me informó que ella también consideraba que lo mejor sería transferir a mi bebé a Nicklaus Children’s Hospital; su caso era muy grave y simplemente no estaban equipados para tratarlo.
En ese momento tuve sentimientos encontrados. Sentí felicidad porque nuestro bebé finalmente estaría con profesionales que sabrían cómo manejar su atención, pero también dudé. Tendría que ser trasladado en avión en estado crítico.
Afortunadamente, llegó bien a Nicklaus con la ayuda del equipo de transporte de cuidados críticos LifeFlight del hospital. Apenas llegamos, me sentí más segura. El personal de Nicklaus Children’s no solo fue amable y atento, sino que también estaba informado y nos explicó todo detalladamente. Reunirnos con el equipo de Neurocirugía nos alivió muchísimo porque estaban seguros y en calma. Se ganaron nuestra confianza de inmediato.
Con el Dr. Ragheb, el Dr. Bhatia y la Dra. Niazi en nuestro equipo, todos ellos neurocirujanos, finalmente sentimos que nuestro bebé tenía una oportunidad real de salir de esta dura experiencia. El equipo de Nicklaus estuvo con nosotros en cada etapa del proceso, consolándonos cuando las cosas se tornaban demasiado difíciles.
Hoy, mi sobrino es un niño sano y feliz.
Los accidentes como el nuestro son comunes. Los veo en las noticias. Leo sobre ellos en el periódico. Pero no se suponía que nos sucediera a personas como yo o a mi familia, hasta que sucedió. Puede sucederle a cualquiera. No puedo hacer suficiente hincapié en la importancia de contar con personal experimentado y capacitado y un equipo de médicos especializados en traumatismo pediátrico durante ese período para brindarle apoyo a usted y proporcionar la mejor atención posible para su hijo.
Los niños no son adultos pequeños. Los traumatismos pediátricos son una especialidad dentro de una especialidad: se requieren horas y horas de capacitación. Trabajo en el campo médico con muchos médicos y cirujanos brillantes y talentosos, los cuales tratan adultos. Sin embargo, cuando la atención de un niño pende de un hilo, todos ellos hacen derivaciones a pediatras y cirujanos pediátricos experimentados.
Siempre debemos brindarles a los niños la mejor atención. Debemos hacer lo mejor para ellos. Es nuestra responsabilidad asegurarnos de que estén en las manos correctas cuando más lo necesitan.
Como muchos de los niños de nuestra comunidad cuya atención está a cargo de Nicklaus Children’s Hospital, mi sobrino ahora tiene una vida feliz y saludable, y está a punto de celebrar su próximo cumpleaños. Esto no habría sido posible de haber sido tratado en otro lugar.